El Espartero, coraje de la Alfalfa. 


Con el Domingo de Resurrección, se inicia una de las citas que componen la columna vertebral de la Fiesta, la Plaza de Toros de Sevilla. Una temporada de 2020,  inexistente y desoladora por la epidemia que azota el panorama mundial. 

Para intentar desconectar de la incertidumbre del confinamiento, hablemos de toros. Nos centraremos en una de las muchas personalidades de la rica escuela de tauromaquia sevillana, El Espartero. 

Manuel García Cuesta, natural de Sevilla del barrio de la Alfalfa, nació el 18 de enero de 1865. Su apodo se debe al oficio que su padre desempeñaba,  artesano de espartería. Oficio común y muy humilde  a finales del siglo XIX, por lo que el pequeño Manuel, no dudaría pronto en abandonarlo  para cumplir su sueño de ser figura del toreo y no volver a esa vida de penurias. 

Su presentación la Plaza de Sevilla fue con tan solo 16 años. El Espartero era de esa clase de toreros de origen humilde, cuya vocación está totalmente ligada a abandonar la pobreza de donde procedían. 

Una prueba de ello es su famosa frase: "Más cornadas da el hambre". Esta popular frase fue el reflejo de la carrera del matador sevillano. El Espartero no se caracterizaba por su clase, arte o conocimiento de la técnica, sino por su tremendo e incontestable valor que a día de hoy sigue siendo admirable en el mundo taurino. 

Pese a sus muchos detractores que lo consideraban un torero vulgar, Manuel logró mandar en el escalafón, convirtiéndose en un matador habitual de la prestigiosa ganadería de Eduardo Miura. 

Su éxito era rotundo, tenía como principal virtud pisar terrenos imposibles y no amedrentarse por comportamientos bruscos del animal ni por duras cornadas(alrededor de treinta). Lo que se conoce en vocabulario taurino como "Valor seco" casi insuperable. 

No deja de ser un dato curioso su confirmación en Madrid en el año 1885, fuera manos de Fernando Gómez "El Gallo", padre de Rafael y Joselito. 



El 27 de mayo de 1894, tuvo lugar en la antigua Plaza de Toros de las Ventas, la fatídica tarde. 

El Espartero, en la cúspide de su carrera y acumulando una treintena de cornadas en su mermado cuerpo, no dudó en enfrentarse al toro "Perdigón" de Miura de poder a poder . 

Según las crónicas del día, se trataba de un toro colorado ojo de perdiz, muy brusco de salida y justo de fuerzas, pues solo mató tres caballos. 

Su matador, como era habitual, intentó lidiar a tan duro oponente con una faena cargada de un valor casi temerario. Tras la faena de muleta, y perfilarse por segunda vez a matar, es toro lo derribó y en el suelo, le corneó mortalmente en el vientre, mientras que el público madrileño ovacionaba o protestaba por el desarrollo de la lidia. 

Así terminó la vida de Manuel García , El Espartero. Uno de los mitos de la tauromaquia de finales del siglo XIX y cuya figura sigue siendo ejemplo por su coraje y honradez como matador de toros. 

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